sábado, 19 de junio de 2010

EL NO-VALOR DE LO GRATUITO


Lo que embellece al desierto es que en alguna parte esconde
un pozo de agua. - Antoine de Saint-Exupery


No hace mucho leí en un artículo sobre economía, que la mayoría de los actos productivos se consideran una mercancía la cual hay que poner en circulación, valorar, y desarrollar para conseguir que satisfagan las necesidades que dicho acto ofrece.
Ante esto me pregunto si es necesaria la existencia del dinero para fomentar dichos actos y darles valor, y si es así, deduzco que el trabajo sólo se valorará si está relacionado con el tema del dinero.
Desde el punto de vista del receptor, es decir de las personas que se benefician de esos trabajos, debemos reconocer que el 95 % de las veces, sólo dan valía a aquella labor que tiene un precio. Y a precio más elevado, más alto valor. En esta sociedad, no se puede ignorar el hecho de que la calidad se considera un lujo, y como tal hay que pagarla. Lo gratuito se infravalora porque lo podemos conseguir sin problema, pero a la vez se acepta con agrado y se masifica por el hecho de ser gratis.
Los cursos de formación, espectáculos o las clases, se consideran de inferior calidad, si no hay que pagar por recibirlas, y no se tiene en cuenta en ningún momento la buena o mala profesionalidad de quien los imparte.
Ante esto y desde una mirada crítica, ahora no pregunto, sino afirmo que por desgracia en muy pocos casos, se valora un trabajo en el cual no se exija una renumeración económica para su ejecución.
Estamos tan absorbidos por las normas del comportamiento laboral actual, que todo aquello que no se desarrolle dentro de las pautas marcadas por el sistema capitalista, creemos que no cumple con eficacia sus funciones.
Dentro de las personas que imparten las actividades y tomando como ejemplo la enseñanza, ya sea en cursos de formación inicial, así como en niveles superiores, y sin querer generalizar, ya que hay profesionales de gran valía ética, podemos comprobar que algunos de los encargados en difundir esa formación, se entregan más si sus alumnos han pagado una elevada cantidad de dinero por recibirlas.
Si los que la reciben no pagan, hay profesores que no desarrollan su función con eficacia, creen que estos asistentes no tienen derecho a exigir calidad, ya que reciben las clases gratuitamente. No piensan que gracias a esa gratuidad, muchas personas se pueden formar, estudiar y disfrutar de actos que en otras circunstancias no podrían beneficiarse. Y además no debemos olvidar que quien imparte las clases (sino es en función de voluntariado) cobra en ambos casos, ya sea a través de un organismo oficial o particular.
Después de esta breve exposición, deduzco que en la sociedad actual no se valora lo suficiente el trabajo de esas personas que producen y ceden esos resultados sin pedir grandes cantidades. A quien realiza un trabajo sin renumerar, se le considera que está perdiendo el tiempo, o se da por hecho que algo recibirá a cambio.
Pero afortunadamente y pese a todo, también existen ciudadanos y ciudadanas que eligen la acción del voluntariado, para ellas el valor de sus actos es sólo ético, desarrollan un trabajo de forma gratuita y sin esperar nada a cambio.

Publicado en la revista Groenlandia
Autora: Esperanza García Guerrero
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