domingo, 15 de noviembre de 2009

LAS HISTORIAS DE CALIXTA-II

TERAPIA EN NEGRO

Este mes no hemos recibido la visita de la tía Calixta, pero eso no ha sido impedimento para que nos hiciera llegar una de sus historias. El jueves llamó a casa y contó entre risas lo que le había sucedido a Irene, la sobrina de su amiga Marisa

...Irene ignoraba el motivo por el cual empezó a temer a la oscuridad, pero desde hacía varios años, cada vez que se iba a dormir y apagaba la luz, se le erizaba el vello y el corazón le latía sin control. Por eso cuando cayó en sus manos una pequeña hoja en la que se podía leer:
Pierde el miedo a la oscuridad y conócete a ti mismo “. Curso gratuito.
No lo pensó dos veces y se dirigió al lugar indicado en la publicidad.

Cuando llegó, una joven vestida con una túnica blanca, la recibió con un fuerte abrazo, la hizo pasar a una concurrida sala y entregándole una silla plegable, indicó que se colocará en el lugar donde mejor le apeteciese. La familiaridad del recibimiento le extrañó un poco, pero no quiso poner objeciones, a fin de cuentas se trataba de una actividad gratuita.
A los pocos minutos, un señor ataviado también con indumentaria blanca, se colocó tras un atril situado en uno de los extremos del salón, dio la bienvenida con una leve inclinación de cabeza, se presentó como “El guía” y con una envolvente voz comenzó a explicar los objetivos del curso. Destacó la importancia que supone para el ser humano desarrollar los cinco sentidos por igual, según él, eso era imprescindible para poder captar las sensaciones que nos rodean, regresar a los inicios más primitivos, y lograr con facilidad nuestros deseos.
Para conseguirlo, aconsejó hacer desaparecer durante la sesión el sentido más engañoso: la vista. Así que dio una palmada, las luces se apagaron, todo quedó en completa oscuridad, una melodía que simulaba el vaivén de olas comenzó a oírse, y bajando el tono de voz, indicó que las respiraciones debían seguir el ritmo hasta conseguir una plena sintonía con la grabación.
Irene comenzó el ejercicio con algo de retraso, y cuando por fin creyó lograrlo, el guía pasó a dar los consejos para desarrollar el olfato; dio otra palmada y automáticamente diferentes aromas inundaron la sala, en esta ocasión los asistentes debían relacionar estos olores con recuerdos de la infancia. Este punto fue mucho más accesible para ella, pero sin darse cuenta se entretuvo con el primer recuerdo y cuando fue a cambiar, escuchó la palmada que indicaba el inicio del desarrollo del tacto; ahora debían recorrerse el rostro con las yemas de los dedos, deteniéndose con especial interés en las líneas de expresión. Esta indicación la realizó sin ningún problema, aunque le bajo un poco el ánimo, al descubrir algunas arrugas desconocidas por ella.
Para finalizar dijo que apoyarán las palmas de las manos sobre las rodillas y efectuarán tres profundas respiraciones. Entonces la melodía cesó, el autoproclamado guía cayó, dio tres palmadas y durante unos instantes permanecieron en absoluto silencio.
Cuando volvió la luz, extendió ambos brazos y señaló una mesa colocada en la puerta de salida, donde bajo el rótulo “Material completo 60E (Se admiten tarjetas de crédito)” figuraban velas aromáticas, manual de instrucciones para los ejercicios y grabaciones. Delante de la mesa la chica de la túnica blanca, entregaba el lote que todos compraban sin objeción, cobraba con rapidez y después de dar las gracias, obsequiaba con varios caramelos, para que no olvidaran potenciar el sentido del gusto.
Irene por amortizar la compra, intento varias noches oír, ver, tocar, oler y saborear según las instrucciones del manual, pero ante la ineficacia de la terapia, optó por una solución más eficaz: comprar una bombilla de bajo consumo y dejar que ésta vigilara el sueño

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PANDORA L .

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