martes, 11 de agosto de 2009

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Hoy inauguro una sección titulada Las Historias de Calixta. Su protagonista piensa entretenernos con varios capítulos, y hacernos pasar unos momentos agradables.


----------------LAS HISTORIAS DE CALIXTA-I

-------EL REMEDIO DE LA GITANA MANUELA

Hay personas que tienen una increíble habilidad para conseguir que horas sean sinónimos de minutos, y esa cualidad la posee la tía Calixta. Siempre que nos visita, ocurre lo mismo, durante los días que permanece en casa, cada noche después de cenar, consigue que tanto mis padres como yo, nos olvidemos del televisor, la radio o el ordenador, y nos sentemos a escuchar alguna de sus innumerables historias.
Muchas veces dudamos de la veracidad de tales hechos, pero ella jura que todo lo que cuenta ha sucedido, se lleva la palma de la mano al pecho, detiene la narración y exclama ofendida
-¡Cómo voy a tener cabeza para inventarme esas cosas!…No olvidéis nunca que la vida supera a cualquier película o libro…-

Acto seguido bebe un poco de agua y continúa su relato, enfatizando aún más la historia
En una de sus visitas, recuerdo que nos contó como su abuela, apodada en el pueblo la gitana Manuela, consiguió que Carmen, la hija del tabernero, se recuperara de una dolencia bastante grave

Pintado por Paquita Albarca
Ya iba casi para un mes, el tiempo que Carmen llevaba con aquella pena tan honda, pero ¡cómo para no tenerla!, justo una semana antes de la boda, su novio se había marchado con una prima segunda, de él…claro. Era hija de un primo hermano del padre, y había llegado desde Francia, con la intención de hacer un estudio de uno de esos escritores españoles que tanto gustaban a los extranjeros.
Desde el día de la fuga, Carmen dejó de comer, decía que el estómago se había vuelto del revés, y no le dejaba pasar bocado. Sólo conseguía tragar líquidos y algo de puré. También dejó de hablar, aunque en casa eso lo agradecieron.
Se limitaba a suspirar profundamente, como queriendo expulsar esa pena que la ahogaba. Pero nada, por más fuerte que exhalaba el aire, no lo conseguía; y a los pocos minutos, comenzaba a llorar sin parar, lloraba mientras barría, haciendo la cama, regando las plantas…sólo paraba cuando conseguía quedarse dormida. Entonces su madre pensaba que cuando se despertara todo habría cesado, que aquellos ojos no podrían contener más lágrimas. Sin embargo al día siguiente, con las primeras luces del alba, después de los correspondientes suspiros, comenzaba de nuevo la llantina.
Era tal la desesperación de la familia que la madre, siendo poco partidaria de los brebajes que preparaban los curanderos, decidió llamar a la gitana Manuela, famosa en el pueblo por curar los males de amores, sobre todo si van acompañado de una pena muy honda.
Cuando la gitana llegó, no necesitó ninguna explicación, tan sólo con escucharla suspirar comentó:
-¡Ya es jonda ¡ ¡ya es jonda! Dígale usté a la niña que salga .Esa pena tiene que irse ¡Ya! Si no, se le pué arraigá…y entonce sería demasiao tarde-
A duras penas, la madre consiguió que su hija saliera del cuarto, y se sentara en una de las sillas de nea de la cocina. Manuela con las manos en el cuadrí, la miró fijamente, y meneando la cabeza afirmó:
-Veo que no me equivocao, tome usté un lápi y
un pape pa escribí to lo que va a necesitá la niña- ordenó colocándose frente a la joven
-Como cociná una pena jonda…–dijo lentamente
Decidió la gitana que sólo le diría los ingredientes para guisar tres cuarto de pena, así cuando la joven tuviera uno de esos días tontos en los que apetece llorar, y no hay motivo alguno, tira de ese cuarto que tiene guardado.
Primero cogería veinte lágrimas, ni una más ni una menos, estas debían de estar bastantes saladas, si no el remedio no sería efectivo.
Detuvo un instante el dictado de la receta, dio varios pasos alrededor de Carmen, y apoyando la mano en su hombro continuó.
-Como veo que es bastante jonda, las va a mezcla con el caldo de una manzana colorá recién esprimiá, ya sabes…pa esta dispuesta pa otro noviete. Qué eres mu linda y no te van a falta ¡joé!- Limpió la comisura de sus labios con el borde del delantal, y continúo indicando el brebaje.
Un viernes de luna llena, debía preparar una tisana de melisa y mezclarlo con las lágrimas y el jugo de la manzana. Carmen bebería tres tazas, una en ayunas, otra a media mañana, y otra antes de dormir.
- Así durante catorce días, al que hace quinse…no le queá de esa pena. Sólo entoce me pasaré y le diré cuanto me tiene que paga...se lo juro…¡Por esta!- dijo besando una medalla de la Inmaculada que llevaba colgada al cuello.
Luego suspiró se acercó a Carmen, con el dedo pulgar, le hizo la señal de la cruz en la frente, se colocó bien el delantal y antes de marcharse le gritó desde la puerta:
Ah!...pero que no se le olvie acompañarlo to con una pizca de sonrisa…sólo una pizca…¡El resto ya la derrochará cuando sane!...-

Pandora L
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